Compartir

Creemos que la felicidad es el objetivo más valioso que podemos ponernos, pero no nos damos cuenta que así la alejamos más de nuestras vidas

Esta semana pensé en escribir un artículo diferente, sobre una de las lecciones más importantes que he aprendido. Quise compartirla porque va de la mano con nuestro desarrollo humano, tanto en la vida personal, como en la profesional. Intento no generalizar, pero considero importante la reflexión sobre este tema; espero les aporte a su día a día.

Definamos la felicidad. ¿Qué representa para ti? Quizás para algunos es tener estabilidad, un auto o casa propios. Para otros sería tener el trabajo de sus sueños, y a otros más les encantaría una pareja romántica. ¿Pero alguna vez es suficiente?

Mientras más tenemos, mas queremos, lo que provoca perdamos de vista el valor de nuestras posesiones y relaciones. Ponemos la vista solo en el futuro, olvidándonos del presente; se nos va el tiempo, la vida y cuando nos damos cuenta, quisiéramos regresar a eso a lo que no le pusimos tanta atención.

¿Cuál es el significado del concepto?

La RAE, como otros tantos diccionarios, definen esta palabra como un “estado de grata satisfacción espiritual y física“, o “la ausencia de inconvenientes y tropiezos”. Con esta segunda oración me pregunto, ¿Por qué nuestra felicidad debe depender de eso? Para mí, un inconveniente puede ser olvidar las llaves del coche, o encontrarse con mucho tráfico en el camino, ¿a eso le adjudicamos tanto poder? ¿Por qué definir tan vagamente algo tan crucial?

En algún momento me encontré en la posición de trabajar en un lugar que me hacía sentir mal, incompleto, poco suficiente. De esto ya tiene bastante. Si bien es cierto que esto permea considerablemente en nuestras vidas, ¿qué hacemos entonces? ¿Nos sentamos a quejarnos o decidimos movernos de esa situación amenazante a nuestra felicidad?

Cuando me encuentro con personas cuyo ánimo está bajo y dicen “no soy feliz porque mi pareja no me trata bien”. Yo cuestiono, ¿por qué no dejas a la pareja? No es fácil, tampoco es la misma situación para todos, pero vale el esfuerzo intentarlo, porque defender nuestra felicidad es una de las manifestaciones de amor propio más grandes que existe.

Emplea la felicidad como una forma de vida

He aquí mi conclusión. Cuando planteamos la felicidad como un objetivo, la alejamos de nosotros, pues la hacemos dependiente de factores externos. ¿Qué pasa entonces si la convertimos en nuestro mantra de vida? La atraemos a nuestro presente.

Si esto lo acompañamos con la mejora diaria; nutrir nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestras amistades, el trabajo, situaciones de la vida en general, fluiremos con mayor facilidad.

Veremos entonces cómo el cumplimiento de nuestras metas se hace más corto y sencillo. Así nos hacemos conscientes de nuestro esfuerzo, del proceso en el que estamos para alcanzar nuestros deseos, nos damos el valor que merecemos y entonces, sin darnos cuenta, somos felices HOY.

Compartir