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Cuando hablamos de liderazgo, debemos comenzar por uno mismo. Esto se logra través de la autoevaluación y la implementación de planes de acción en la vida diaria de un individuo; a esto entonces le llamamos autoliderazgo.

¿La diferencia? Si bien el modus oerandi es casi igual, en el autoliderazgo adoptamos las estrategias de liderazgo, para nuestra vida profesional y personal. Por ejemplo, una ejecutiva de alto calibre necesita aplicar el autoliderazgo en su vida propia, antes de liderar a un equipo.

¿Qué es el autoliderazgo?

El portal Psicología y Mente, lo define como un “conjunto de habilidades psicológicas que dan sustento al autocontrol, a la capacidad para no caer en distracciones y a al monitoreo de las propias acciones”, ligado a nuestros objetivos a corto, mediano y largo plazo.

Se trata es de optimizar nuestros procesos diarios, así como tomar decisiones adecuadas, y promover la inteligencia emocional. Se canaliza la energía para lograr el mejor resultado posible.

Lleva el autoliderazgo a la práctica

Una estrategia de autoliderazgo ordena nuestra vida. A grandes rasgos, está formada por cinco puntos primordiales, que tratan distintos aspectos:

1.  Analiza tu presente

Señala los aspectos generales de la vida de un individuo: familia, carrera, economía, proyectos a desarrollar. Después, estas categorías se van desglosando a través de un análisis FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenaza), para así ir desde lo general hasta lo particular. Así distinguiremos lo que requiere de acción urgente, y lo que podemos postergar o delegar.

2. Objetivos inteligentes

Calendarizar nuestras actividades, fijar metas y fechas límite para ellas, nuestra mente se organiza, actúa y, por consiguiente, experimenta sensaciones de logro constante (lo que a la vez sirve de motivación.

3. Forma equipos a donde vayas

Una parte fundamental del autoliderazgo es aprender a delegar y trabajar en conjunto. Los equipos pueden formarse en la familia, el círculo de amigos, así como en la oficina, por nombrar algunos.

Así podemos liderar a estos grupos, y delegar tareas de “talacha”. Por ejemplo, pedir a alguien que te ayude con el aseo del hogar, o contratar a un contador para que se encargue de tus impuestos. Se libera espacio de tu agenda, y puedes utilizarlo para el cumplimiento de tus objetivos más grandes.

4. Balance, balance, balance

Crea espacios agradables a donde vayas, que fomenten la productividad o la relajación (según sea el caso). Nuestro entorno debe estar en sintonía con lo que queremos lograr. Una recámara limpia, ordenada, ambientada con música relajante, fomenta un descanso placentero. En la oficina, ordena asigna un espacio amplio para trabajar en tu escritorio, categoriza los archivos y evita distracciones, para hacer las cosas más eficientemente.

5. Salud mental y corporal

No se puede lograr una sin la otra. Hacer ejercicio constante, nutrir el alma, comer sano, dormir bien, meditar, reducir la interacción con la tecnología, son prácticas que nos llevan al balance físico y mental. Esto se verá reflejado directamente en a ejecución de las tareas, y nuestras relaciones intrapersonales.

Así bien, considera el autoliderazgo como un estilo de vida, para que después se pueda replicar en el área de trabajo, con tu familia y amigos. Es el punto de partida, para llevar un flujo constante en todo lo que haces.

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