No es falta de capacidad, si no las creencias limitantes que llegan a entorpecer el camino, sin ser ciertas
Las creencias limitantes son intangibles, pero funcionan como una barrera sólida, cargada del pensamiento: “no puedo”, “no va a pasar”, “no…”. El problema es que se vuelven el condicionante de la mente, la cual ya nos predispone a que aquello que pensamos es la completa realidad.
Sin embargo, éstas no son ciertas, simplemente son un pensamiento originado a partir de traumas en la infancia, o en la edad adolescente; de estar expuestos a un ambiente negativo, o quizás simplemente están atadas a un evento aislado en nuestras vidas. Al repetirlas tantas veces comenzamos a creerlas y, aunque obtengamos pruebas sobre su falta de veracidad, nosotros mismos buscamos indicios de que la tienen.
Eso mismo nos impide avanzar en nuestros proyectos, por dejar que el miedo se apodere de nuestra condición. Los estragos se ven reflejados tanto en la vida personal, como en la profesional; en proyectos propios, e inclusive en nuestras relaciones interpersonales.
Ejemplos de creencias limitantes
Así es como probablemente suena tu cabeza:
1. En el trabajo:
- No soy lo suficientemente bueno.
- Tengo poca experiencia.
- “X” es mejor que yo.
2. En tu vida amorosa:
- Nadie se fijará en mí.
- No tengo personalidad.
- Me gustaría ser como “x”.
- Dudo que le guste a esa persona.
3. Vida diaria
- Estoy muy viejo para hacer esto.
- Soy un fracaso.
- Mi es intelecto es nulo.
- No puedo hacer nada bien.
- Todos me miran mal.
¿Qué hacer para solucionar el inconveniente?
Este hábito de pensar negativamente sobre nuestra capacidad o habilidad para hacer las cosas se convierte en una predisposición, por lo cual pudiera ser más complicado resolverlo.
Lo más recomendable, definitivamente, es buscar a un coach o psicólogo que te ayude a condicionar nuevamente cómo procesas estas ideas. También es muy importante hacer pequeños ejercicios en nuestro día a día, mismos que harán un cambio gigante, sin ser demasiado abrumadores.
1. Detecta la creencia: fíjate en lo que dices, cómo te hablas a ti mismo, tus reacciones al verte en el espejo o desempeñar una tarea. ¿Qué piensas cuando comienzas a soñar en un proyecto o anhelo propio?
2. Revierte el sentido de la oración: una vez que hayas detectado la negatividad en tus palabras, ponle una intención positiva. “Seguro no podré hacer esto”, conviértelo a: “soy capaz de lograr lo que me proponga”. “Hoy no me veo bien”, por “me veo feliz y radiante”.
3. Creencias positivas consolidadas: este tipo de ejercicios conscientes condicionan nuestra mente, al igual que lo hicieron los negativos, a pensar positivo y abrirnos a las posibilidades. Por supuesto toma tiempo e inclusive habrá días mejores, otros no tanto.
Este tipo de ejercicio debe ser acompañado de actitudes favorables para ti. Por ejemplo, leer, meditar, hacer yoga, comer bien, vestirte como te gusta, hacer journaling y, sobretodo, organizar tus objetivos de forma medible, alcanzable y realista.
En poco tiempo comenzarás a ver el cambio.